Centinelas de piedra custodian en silencio. Sus rostros, marcados por los años, se deshacen ahora, como si el granito mutase en barro. Camino sobrecogido, sin quebrar el respeto; observo mientras soy observado. Solo quedan los nombres, nombres de personas que en tiempos pasados hablaron y ahora carecen de aliento.
Creencias, miedos, lamentos y recuerdos tallados en piedra, adornados con flores que, aunque secas, embellecen de igual manera. Jugadores yacen sin cartas; un trío les ganó la partida: el frío del mármol, el peso de la tierra y el azote del viento. Los centinelas serán los últimos en irse, les encomendaron vigilar los indolentes cuerpos, estampas que lloran lágrimas secas en aciagos días negros.